lunes, 22 de mayo de 2017

La leyenda del origen del Lago de Atitlán



El nombre del lago proviene de la unión de los siguientes vocablos: Atit femenino, designa la luna y señala a la mujer anciana, dos veces abuela, y Alá  designa el género masculino, varón. Unidos los dos términos forman la palabra Atit Alá. Fue la interpretación que los primeros conquistadores, en el siglo XVI, dieron a esta palabra la que dio vida al nombre que hoy conocemos; Atitlán. Suprimieron la vocal después de la consonante t y le agregaron n al final.

Existen varias versiones acerca del origen de este lago y nosotros en esta entrega quisimos presentarles una versión, que no es de las más mencionadas, pero esperamos sea de su agrado.


Cuenta la leyenda que antes de la formación del lago en ese lugar habían tres ríos que se unían al centro de los tres volcanes. Se dice que cada mañana una doncella bajaba a bañarse a los ríos. Ella tenía una cabellera negra y larga, era delgada de piel color canela y de una belleza como nunca se había visto por esos lares. Su nombre era Citlatzin, su nombre significa “estrellita” y era la hija del cacique del lugar.

Cada mañana, al momento de bañarse, ella cantaba con una voz angelical lo cual hizo que los ríos se enamoraran de ella. Ellos se creían los amantes de Citlatzin, por lo cual esperaban con ansias la llegada del siguiente día y así ella se bañara en ellos, esto a pesar de que sabían que ella era la prometida del hijo del cacique del norte.

Una mañana, como otras, luego de su baño Citlatzin decidió pasear por las praderas que rodeaban los ríos y recoger algunas flores para su madre. En el camino de regreso a casa se topó con Tzilmiztli (significa Puma Negro), quien era hijo del carpintero de la región, por lo tanto un plebeyo. No era permitido que los nobles y los plebeyos convivieran, pero el encuentro de estos dos jóvenes desembocó en un gran amor. Sintieron como la electricidad recorrió sus cuerpos y no quisieron separarse jamás.

Luego de una intensa charla decidieron encontrase a la mañana siguiente en el mismo lugar. Desde ese día la joven pareja se reunía a escondidas y compartían momentos inolvidables. Mientras tanto los ríos notaron un cambio en Citlatzin, el cual no sabían cómo interpretar. Ella ya no jugaba ni cantaba con sus aguas, sino que siempre se apresuraba a bañarse e irse.

Después de unos meses notaron cambios en el cuerpo de la joven, su forma de niña había desaparecido. Sospechaban que Citlatzin se había enamorado de otro joven que no era el hijo del cacique del norte, pero no podían estar seguros. Sabían que faltaba tiempo para la boda de la joven así que no comprendían quién podría estarla distrayendo. Morían de la curiosidad por lo que pidieron ayuda a su amigo el viento.

Éste les contó de los encuentros de Citlatzin con Tzilmiztli. Los ríos enloquecieron de rabia y celos por lo que decidieron separarlos. Le pidieron al viento que les llevara a los jóvenes a sus orillas y así castigar al joven frente a los ojos de su enamorada.

El viento empujó a Tzilmiztli y a Citlatzin hasta la orilla de los ríos y al momento que ambos estuvieron parados en sus bordes, éste empujó con más fuerza al pobre muchacho dentro de las aguas de aquellos amantes celosos. El joven se enredó en las aguas enfurecidas y poco a poco se fue ahogando en ellas, Citlatzin notó lo que sucedía y decidió que no podía vivir sin Tzlimiztli y sin pensarlo entró en las aguas y en medio de la furia que los envolvía tomó la mano de su enamorado para que ambos se hundieran en las profundidades de los ríos.

Los ríos al ver lo que la muchacha había hecho se enfurecieron aún más y formaron un choque de corrientes que cubrió casi toda la región.

Y así cuentan que se formó el Lago de Atitlán.

Adaptación de Giancarlo Tribiani

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