Esta leyenda tiene
una estrecha relación con el famoso árbol de Amate, el cual se encuentra
ubicado en la actualidad en un sector de la capital que lleva el nombre de:
Plaza el Amate. Fue sembrado en 1779 y su sombra fue utilizada para el descanso
de aquellas personas que en tiempos pasados venían a este lugar a ofrecer sus
productos, pero no solo para ellos fue un lugar de reposo, ya que las historias
relatan que este también era un refugio del diablo.
Se cuenta que
este personaje, luego de que lo invocaran, se aparecía frente a los que lo
convocaran; no importando si fueran pobres o ricos, les ofrecía las riquezas
que no poseían o bien incrementar la que ya tenían. Se dice también que cuando
el diablo aparecía o desaparecía siempre dejaba fuerte olor a azufre en ese
lugar.
Ahora podrán
compartir con nosotros una más de las leyendas que forman parte de nuestra
tradición oral.
Mi abuelo nos
narró que su amigo le contó que había escuchado un sinfín de veces acerca de la
leyenda que decía que el diablo vivía en el Árbol de Amate y que aquel que lo
invocara, a cambio de su alma o lo que este le pidiera, recibía todo lo que
deseaba.
Nos dijo mi
abuelo que César le relató, que sin dudarlo, se presentó un sábado por la noche
frente al Árbol de Amate y que como se le había explicado repitió tres veces,
sin titubear, el nombre del diablo. Este de inmediato se le apareció y le
preguntó que por qué lo llamaba. A lo que el amigo de mi abuelo respondió:
Quiero todo lo que un hombre rico
pudiera poseer.
Dijo César a mi
abuelo, que el diablo le respondió inmediatamente que sí, pero que la única
condición que tenía para cumplir este deseo y no reclamar su alma, era que él
lo visitara todos los viernes a la media noche. Sin pensarlo el amigo de mi
abuelo dijo que sí. En poco tiempo el joven empezó a tener dinero, casas,
carros y mujeres.
Explicó mi abuelo
que César le platicó, que con el tiempo se había arrepentido por este trato,
que ya nada lo hacía feliz, pero que sobretodo ya no quería visitar al diablo y
no sabía qué hacer.
Contó mi abuelo que
César le explicó que buscó desesperadamente una solución, pero que mientras la
buscaba ya no visitó a su benefactor, situación por la que el diablo se
incomodó y convirtió la vida del pobre César en una pesadilla; ya que se le
aparecía en todo lugar que este visitaba.
Mi abuelo Ramiro
narró que la única alternativa que César encontró para salvar su alma fue
visitar a un fraile de la Hermandad de San Cristóbal, y aunque el fraile logró
rescatarlo, César se volvió loco para siempre.
Mi abuelo nos
indicó que esta leyenda la escuchó de su amigo en su lecho de muerte, por lo
cual no sabía si creerla o no, pero lo que si era cierto es que su amigo fue
una persona bastante ambiciosa que murió en la pobreza.
Adaptación de Giancarlo Tribiani
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