Como ya
hemos visto el personaje del diablo también es parte de la tradición oral de
nuestro país, sólo que en esta ocasión nuestra leyenda presenta a un diablo más
pícaro que malvado. Esta historia nació hace mucho tiempo cuando aún se
construían las carreteras y puentes que unificaron la mayor parte de nuestra
nación. Esperamos que nuestra versión, la que tratamos de actualizar, sea de su
gusto.
Dice la
leyenda que Samuel y su equipo de trabajo se dirigieron al municipio de Palín,
el cual pertenece al departamento de Escuintla, a reparar uno de los puentes
que fue dañado por la tormenta que azotó al país unos años antes.
Al llegar
Samuel, su personal y la maquinaria que se utilizaría para el trabajo fueron
recibidos de una forma bastante antipática por los pobladores del lugar.
Curioso Samuel interrogó a uno de los encargados de la comunidad de nombre
Rodolfo.
-Disculpa Rodolfo ¿a qué se debe la actitud
de los pobladores? si nosotros solo queremos ayudarlos.
A lo que
Rodolfo respondió:
-Don Samuel, lo que sucede es que el puente
que ustedes van a reparar tiene la fama que es habitado por el diablo y por
ello prefieren que se quede como está.
Samuel
sonrió de forma sarcástica y no puso más reparo en aquel comentario, luego
ordenó que se guardara el equipo de trabajo y que su personal descansara porque
al otro día debían levantarse temprano para iniciar con sus tareas de
reconstrucción.
La jornada
inició sin ningún contratiempo y avanzaron de forma regular en su trabajo, llegada
la hora de ir a descansar todos, incluyendo a Samuel, se dirigieron a sus
aposentos. La noche transcurrió sin
novedad, el descanso fue placentero, pero llegó la hora de iniciar una vez más
con la faena. Y cuál sería la sorpresa de todos al encontrar las llantas de los
tractores pinchadas, parecía que un animal las había mordido, de igual manera
los dientes de las palas mecánicas estaban doblados o cortadas a la mitad.
Nadie supo
explicar lo sucedido y tomaron la decisión de montar guardias en la noche, a
pesar de esto los hechos siguieron aconteciendo durante un par de semanas más.
Samuel cansado de esta situación volvió hablar con Rodolfo, quien nuevamente le
dijo que era el diablo quien actuaba de esta forma ya que le gustaba burlarse
de los trabajadores y capataces que trabajaban en las obras. Que lo mejor era
que se retiraran y dejaran el puente como estaba.
Samuel poco
convencido por las palabras de Rodolfo decidió que iba a terminar el puente a
como dé lugar, le tomó el doble del tiempo planificado, pero lo logró. En la
madrugada del último día de trabajo a lo lejos escuchó una voz que en tono de
burla le decía:
-Si bien has terminado el puente, yo logré
que con mis bromas te tomara más tiempo de lo debido, además te agradezco por
el nuevo hogar que me has brindado.
Luego de
esto Samuel se retiró de su trabajo por miedo a que el diablo le volviera a
jugar la misma broma cada vez que él reparara un puente.
Adaptación
de Giancarlo Tribiani
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