Hace
unos días una joven locutora me decía (la parafraseo) que en Guatemala hay una
insistencia en el olvido. Las ideas hegemónicas, la que aseguraba Gramsci que se gestaban y formaban entre
pocos y repercutían significativamente en las masas, tienen varios intereses en
que pase cualquier zopilote, avión o concierto volando para que se nos olvide
la desgracia, la corrupción, los delitos de lesa humanidad… y como salpicadura
de pecera, va nuestra memoria hacia el fondo de un mar más que muerto o más
profundo que el Lete.
En
algunas ocasiones pienso que sería insufrible e invivible tener plena
consciencia de lo que hemos pasado, de lo que hemos perdido, de lo que nos ha
atormentado por las noches. Se me encoge la garganta al pensar en tanta familia
que no sabe lo que pasó con sus seres queridos desde hace años. No sé si a
ustedes les pasa, pero yo sueño con guerras que no fueron mías, ¿será que los
genes también heredan memoria? ¿Será que los genes entienden de vidas pasadas y
círculos inconclusos?
Hay
más de un veinteañero que tiene la mirada melancólica, una tristeza que no
cuesta que aflore. Por eso ser felices en este pedacito de Hades, como aseguran
los medios de comunicación, ha de tener su pequeña dosis de psicopatía o muchas
dosis de mentira.
En
Guatemala, no sé si es igual en otros países que vivieron conflictos armados,
nos dirigimos sin mapa de recuerdos hacia un futuro que ya vivimos. Quizá no se
armen grupos idealistas que quieran hacer cambios radicales en un fuego cruzado;
eso no, pero lo que sí es tangible es que repetimos la historia por
desconocerla y menospreciarla.
Lo
que repetimos es la crueldad y la violencia, repetimos la misantropía,
repetimos la impunidad hasta el infinito, repetimos la gravedad de los
crímenes, repetimos la desconfianza, repetimos el olvido. Repetimos y muy convencidos, el racismo, el clasismo, las
apariencias de ser buenos y felices, mientras tras bambalinas o a la vista de
todos se maneja una red de prostitución de niñas, solo por poner un ejemplo
fresquito que recordaremos, con suerte, por otros dos meses.
Nos
seguimos inventando enemigos subversivos y repetimos ese discursito polarizado
de izquierdas y derechas, que no hacen otra cosa que echarse las culpas unos a
otros, porque es difícil y lleva un proceso de madurez aceptar los grises, los
aciertos, las atroces verdades y las puestas en común para superar los traumas
y la injusticia. ¡Zeús (o nombre usted su dios) nos libre de ser apolíticos y
decirlo con orgullo!, sin notar que evidenciamos desmemoria e ignorancia.
Ya
notó que uso la mitología griega. Es útil para simbolizar y conceptualizar con
figuraciones de este tipo la incoherencia humana, sobre todo la occidental.
Además, la idea alrededor del Lete, ese río del cual se bebe para un olvido
completo, es la misma idea que intentan inocularnos culturalmente por muchos
medios para que dejemos, si es que alguna vez lo hicimos, de pensar en el
pasado.
¿De
quién era la frase esa de que aquel que no conoce su historia está condenado a
repetirla? Sí usted puede recordar el nombre del autor, lo reto a que
investigue cuál era el contexto del país el año en que usted nació, solo para
saber qué se heredó, qué se superó, qué se sigue repitiendo. A la larga todos
somos también resultado de nuestro contexto.
Por
Diana Vásquez Reyna
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