Se la ve todos los días hablando con ellos, les platica,
ellos le contestan con sus maullidos pululantes que
retumban en el vacío,
les entiende, los
consuela, se hacen compañía mutuamente.
Se la ve rondando la casa como fantasma de alma en pena,
llenando de recuerdos las paredes, quizá un príncipe
azul,
quizá un sueño dorado de brillantina y oropel,
quizá un mundo de extrañas criaturas que nunca logró
plasmar en papel,
quizá un claroscuro verde/azul a medio pintar.
Ayer la vi sentada al pie de la ventana que da al jardín,
contando los pétalos de sus rosas
que lentamente caen en la verde alfombra de primavera;
contando los pétalos como si fueran minutos deshojados
de aquel viejo reloj sin cuerda que mustio se aferra a la
pared;
animando al viento a seguir su curso
y que siga botando los colores desvanecidos por el
tiempo,
“quizá así regresa” murmura para sí misma,
“quizá así vuelva a ser”.
Y sus gatos le cuidan el afanoso andar de alma antigua
que recorre la casa.
La ven pasar, la hacen reír con sus gatunas ocurrencias,
la ven llorar y le lamen las lágrimas en consuelo a su
espíritu marchito y desolado.
Le mantienen viva la rutina para que no le pese,
porque lleva sobre la espalda las dos o tres vidas
críticamente vividas en escasas tres décadas.
Cuando el ánimo se lo permite,
se esconde los años detrás del pelo,
guarda las penas en la gaveta de las pastas
(para después del almuerzo o quizá para la hora del té)
y sale a regar el jardín,
a platicar con las flores mientras sus gatos juegan a
cazar ilusiones.
No la dejan ni a sol ni a sombra,
son parte de su fe, parte de su enajenado mundo.
Y le da igual si la humanidad la crítica, la juzga o le
juega la vuelta,
igual les comenta a sus niños que el mundo sigue de
cabeza,
que ella cada día está más loca, que la gasolina volvió a
subir,
que la vecina le dio un sopapo a la güira por no tender
la ropa al revés.
Ahí está la doñita de los gatos otra vez,
cantándole al difunto su canción,
soñando despierta otra vez;
quien la ve nadie la entiende,
pero igual, ella así es…
con gatos y todo, así es.
Renée López Bulask
Bonita historia
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