Esta semana se dieron varios hechos
insólitos de los cuales uno llamó más nuestra atención. Investigadores del
Ministerio Público (MP) y la Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICIG)
señalaron al pastor Sergio Guillermo Enríquez Garzaro, hijo del apóstol Sergio
Enríquez; quien es también propietario de la iglesia evangélica Ebenezer, de
lavado de dinero y defraudación al estado por Q16 millones.
Dicha situación ocasionó diversos
comentarios en las redes sociales, unos a favor y otros en contra de estos
ministerios, en los cuales por la función que ejercen son difíciles de
fiscalizar y bien se pueden prestar a este tipo de delitos.
Lo complicado en Guatemala de
este proceso de fiscalización de iglesias, es que se toca lo más sagrado para
algunas personas, las cuales creen que es imposible que su sacerdote, pastor o
líder espiritual pueda llevar acabo tales actos. La mayoría de iglesias enseñan
a sus feligreses a no cuestionar sus actos formando así un modelo de guatemaltecos
los cuales no desean pensar por ellos mismos y esperan que todo se resuelva por
medio de la fe.
Pero es en estos momentos que sus
miembros deberían empezar a ver más allá de su iglesia y cuestionarse cómo es
que se gastan millones en la construcción, en muchos casos, de lujosos templos
o por qué las iglesias pueden ampliar sus atrios y obstaculizar el tránsito de
vehículos sin tener una razón legal que los respalde. O también preguntar por
qué es obligatorio el diezmo cuando muchos de los feligreses no tienen para el
pan diario.
Como guatemaltecos podemos llegar
a ser un gran país, pero es necesario que aprendamos a pensar y a cuestionar
por nosotros mismos. No debemos permitir que ninguna persona o entidad nos
manipule, ya que es importante que tengamos la libertad de preguntar y de saber
la verdad sin que nos tilden de herejes. Y sobre todo recordar que la fe no se
basa en instalaciones lujosas, en discriminar al prójimo por no pertenecer a
una familia de una posición económica alta o que el derrochar dinero comprará la
salvación.
Si bien algunas personas
necesitan de estas congregaciones, no olvidemos que para ser buenos seres
humanos no es necesario pagar por el perdón y la redención.
Por Carlos Villegas
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