Se dice que existen dos formas de salvarse de
ella, la primera es morder una medalla de algún santo o morder una cruz y
encomendarse a Dios. La segunda es tirarse al suelo con el rostro viendo hacia
el cielo y con una mano jalarle el pelo.
Disfruten esta versión de un clásico de la
tradición oral guatemalteca:
—A finales
de la década de 1970 vivían en la capital de Guatemala dos amigos, Eugenio y
Alejandro, el primero cantaba y escribía las canciones que ambos interpretaban
y el segundo se encargaba de componer la música de las melodías.
Ambos amigos
solían caminar por las calles de la zona 1, siempre en busca de inspiración
para nuevas melodías. Una tarde, en uno de los parques de la ciudad encontraron
un grupo de jovencitas que platicaban en una de las bancas; una de ellas era
Laura, una jovencita hermosa de cabello negro, ojos de color del cielo, de
nariz fina y una boca delicada. Al verla ambos amigos decidieron componer y
cantar una canción acerca de su hermosura.
Los dos
amigos cantaron a Laura la canción que habían compuesto, pero la jovencita
quedó encantada con la voz y las palabras de Eugenio, situación que hizo que
ambos amigos compitieran por el amor de la joven. Con el tiempo Alejandro se
percató que su enamorada favorecía solamente a su amigo por lo que decidió irse
a vivir al interior del país.
El amor y
felicidad de Laura y Eugenio fue breve, ya que el papá de la joven no quería
que ella contrajera matrimonio y menos con un pretendiente pobre. Motivo por el
cual envió a su hija a vivir a Europa.
Eugenio se
sumergió en una tristeza indescriptible, sin su amada y sin su mejor amigo para
que le apoyara a sobrellevar la pérdida, y no supo cómo afrontar su desgracia.
Una tarde de
verano, Eugenio caminó sin rumbo alguno. Sin sentirlo llegó a una pila pública
que se encontraba en las calles de la zona 3. Al llegar distinguió la silueta
de una mujer que le pareció conocida. Su corazón se agitó y gritó ¡Laura!
Corrió hasta donde ella se encontraba. Al llegar parecía que ella se estaba
bañando, usando solamente un camisón transparente mientras peinaba su hermosa
cabellera.
Eugenio no
pudo ver su rostro. Ella le hizo señas y él sin pensarlo se le acercó, pero la
mujer no lo esperó obligándolo a seguirla. Él recorrió las cuadras detrás de
ella como hechizado.
Llegaron a
la orilla de un barranco donde Eugenio finalmente la alcanzó, ella volteó
mostrándole su horrible rostro, el que era parecido a la calavera de un
caballo. La Siguanaba se abalanzó sobre el pobre muchacho, dándole un abrazo
del cuál no se pudo escapar; el cuerpo del joven se heló, la mujer con rostro
de caballo lanzó un grito espantoso y se precipitó al abismo llevándose en su
caída el cuerpo y el alma de Eugenio.
A los pocos
días encontraron el cuerpo de Eugenio, con el rostro arañado y desfigurado, con
él un cuaderno con canciones. Todas las personas rumoraban que se lo había
llevado la Siguanaba, porque sale por las noches a perseguir a los enamorados.
También decían que se los gana porque tomaba la forma de la novia.
De la muerte
de Eugenio nunca supieron su mejor amigo y su enamorada.—
Adaptación
de Giancarlo Tribiani
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