Pareciera que los ríos de sangre que bañan a nuestra Guatemala no tienen fin. Una semana más llena de sangre y muerte. La situación que se dio con los privados de libertad en el Centro Correccional Etapa II para adolescentes en conflicto con la ley y los ataques que se dieron en contra de los agentes de la Policía Nacional Civil nos dio nuevamente una bofetada como sociedad.
El brutal asesinato de dos de los monitores que laboraban en
este centro carcelario pareció una escena tomada de una película de terror.
Situación que nos hace preguntarnos ¿será posible que estos jóvenes puedan ser
reinsertados en la sociedad? Las opiniones van desde las más radicales, hasta
las que buscan la culpa en el entorno en el que vivimos. Si bien no podemos ser
partícipes de la situación en la que ellos viven dentro de ese centro
correccional o las razones por las cuales tomaron ese camino en su vida, no
debemos justificar y mucho menos dejar sin castigo esta clase de actos.
En el caso de los ataques en contra de los agentes de la
Policía Nacional, las hipótesis que se manejan nos dejan claro que Guatemala es
un país que vive bajo el dominio de la delincuencia. Es lamentable que los
personajes que pretenden proteger al pueblo no tengan la capacidad de
protegerse a sí mismos y que las entidades que se encargan en presentar los
casos y pruebas, así como los jueces corruptos o intimidados, no son capaces de
realizar con eficacia el trabajo para el que se les contrató. ¿Qué justicia
obtendrá Guatemala si permitimos que estas situaciones se sigan repitiendo?
Las interrogantes ante qué hacer para contrarrestar
situaciones como estas son inmensas, las respuestas pocas. Pocas porque las
manos de muchos están atadas por situaciones o preceptos que ya no deberíamos
justificar. Si bien no podemos caer en el anarquismo, si debemos luchar por
realizar cambios contundentes en nuestra sociedad. Debemos analizar cómo
podemos efectuar cambios positivos y poco a poco reproducirlos e introducirlos
dentro de nuestro entorno.
Pareciera redundante que lo que siempre se pide es justicia
y que el gobierno actúe como el pueblo necesita, pero creemos que ese es el
punto de arranque para poder salir adelante como sociedad. Si ya no exigimos
que se cumplan nuestros derechos más básicos perdemos el derecho de la libre
expresión y dejaríamos de reclamar por una Guatemala más digna.
Por Giancarlo Tribiani
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