Cuentan que esta leyenda tuvo su origen unos días antes del terremoto de 1917 en el Barrio de la Recolección. Los vecinos contaban que escuchaban pasos de encadenados exactamente a las doce de la noche. Las personas decían que eran Los Penitentes que andaban en busca de librarse de sus culpas. Los que dicen haberlos visto relatan que no solo cargan cadenas, sino también capuchones y una veladora en las manos, la que le entregan aquel pobre que los encuentre en la calle.
Dicen que la única forma de salvarse después de haber
recibido esta veladora es buscarlos la noche siguiente en compañía de un niño y
devolverles el objeto que ellos le entregaron.
Ahora podrás disfrutar de una lectura que hace referencia a
Los Penitentes de la Recolección:
Una noche antes de la Semana Mayor, Joaquín estaba reunido
con su familia escuchando esta leyenda a la cual prestó atención, pero como era
un joven bastante valiente nunca sintió miedo de lo que escuchaba, más bien la
tomó como una broma de mal gusto. Esa misma noche quiso demostrarles a todos
que esas leyendas eran solo inventos de las personas y se quedó a esperar al
cortejo.
A las doce en punto escuchó lo que parecía ser el ruido de
cadenas arrastrándose y el murmullo de personas. Se armó de valor y salió a la
puerta de su casa, y vio pasar una docena de personas cubiertas con túnicas
oscuras, un capirote y una vela encendida. Mientras pasaban frente a sus ojos
se percató que iban rezando, pero no logró comprender que era lo que decían.
Sin darse cuenta uno de los espectros se le acercó y le entregó una veladora
encendida, él no supo que hacer y sin pensarlo la recibió, quedándose
paralizado hasta que el cortejo se esfumó. Pálido y sin habla llegó hasta su
habitación y colocó la vela en su mesa de noche.
Al siguiente día, encontró en el lugar en el que había
colocado la veladora un fémur humano. Aterrado llamó a sus abuelos y les pidió
consejo. Ellos le recomendaron que saliera esa misma noche a esperar nuevamente
al cortejo y les devolviera el hueso.
Joaquín pasó uno de los peores días de su vida ya que no
había forma que el tiempo transcurriera, al fin dieron nuevamente las doce de
la noche, y escuchó de nuevo los ruidos de las cadenas y los murmullos. Sin
pensarlo salió al encuentro del cortejo y entregó a uno de los penitentes el
hueso, pero este en vez de recibirlo le tomó de la mano y lo arrastró hasta el
medio del cortejo. Desde esa noche nadie volvió a ver a Joaquín, quien
desapareció en el velo de la noche y por más que sus parientes lo buscaron
nunca lo encontraron.
Adaptación de Giancarlo Tribiani
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