lunes, 6 de marzo de 2017

La Siguanaba

La leyenda de la Siguanaba es una de las historias más conocidas dentro de nuestra tradición oral. Su nombre hace referencia a los barrancos o siguanes en los cuales ella da muerte a sus víctimas. Se cuenta que se le aparece a los trasnochadores, ebrios y don juanes; casi siempre a altas horas de la noche. Se le ve bañándose en los tanques de agua, vistiendo solamente un camisón transparente, imagen que vuelve locos a aquellos que la ven, situación que la Siguanaba aprovecha para llamarlos y llevarlos hasta su destino final, en donde les muestra su rostro (el que cuentan es parecido al de un caballo y en otras versiones dicen que es la calavera de la cara de un caballo) y los empuja al fondo de un barranco.

Se dice que existen dos formas de salvarse de ella, la primera es morder una medalla de algún santo o morder una cruz y encomendarse a Dios. La segunda es tirarse al suelo con el rostro viendo hacia el cielo y con una mano jalarle el pelo.

Disfruten esta versión de un clásico de la tradición oral guatemalteca:


—A finales de la década de 1970 vivían en la capital de Guatemala dos amigos, Eugenio y Alejandro, el primero cantaba y escribía las canciones que ambos interpretaban y el segundo se encargaba de componer la música de las melodías.

Ambos amigos solían caminar por las calles de la zona 1, siempre en busca de inspiración para nuevas melodías. Una tarde, en uno de los parques de la ciudad encontraron un grupo de jovencitas que platicaban en una de las bancas; una de ellas era Laura, una jovencita hermosa de cabello negro, ojos de color del cielo, de nariz fina y una boca delicada. Al verla ambos amigos decidieron componer y cantar una canción acerca de su hermosura.

Los dos amigos cantaron a Laura la canción que habían compuesto, pero la jovencita quedó encantada con la voz y las palabras de Eugenio, situación que hizo que ambos amigos compitieran por el amor de la joven. Con el tiempo Alejandro se percató que su enamorada favorecía solamente a su amigo por lo que decidió irse a vivir al interior del país.

El amor y felicidad de Laura y Eugenio fue breve, ya que el papá de la joven no quería que ella contrajera matrimonio y menos con un pretendiente pobre. Motivo por el cual envió a su hija a vivir a Europa.

Eugenio se sumergió en una tristeza indescriptible, sin su amada y sin su mejor amigo para que le apoyara a sobrellevar la pérdida, y no supo cómo afrontar su desgracia.

Una tarde de verano, Eugenio caminó sin rumbo alguno. Sin sentirlo llegó a una pila pública que se encontraba en las calles de la zona 3. Al llegar distinguió la silueta de una mujer que le pareció conocida. Su corazón se agitó y gritó ¡Laura! Corrió hasta donde ella se encontraba. Al llegar parecía que ella se estaba bañando, usando solamente un camisón transparente mientras peinaba su hermosa cabellera.

Eugenio no pudo ver su rostro. Ella le hizo señas y él sin pensarlo se le acercó, pero la mujer no lo esperó obligándolo a seguirla. Él recorrió las cuadras detrás de ella como hechizado.

Llegaron a la orilla de un barranco donde Eugenio finalmente la alcanzó, ella volteó mostrándole su horrible rostro, el que era parecido a la calavera de un caballo. La Siguanaba se abalanzó sobre el pobre muchacho, dándole un abrazo del cuál no se pudo escapar; el cuerpo del joven se heló, la mujer con rostro de caballo lanzó un grito espantoso y se precipitó al abismo llevándose en su caída el cuerpo y el alma de Eugenio.

A los pocos días encontraron el cuerpo de Eugenio, con el rostro arañado y desfigurado, con él un cuaderno con canciones. Todas las personas rumoraban que se lo había llevado la Siguanaba, porque sale por las noches a perseguir a los enamorados. También decían que se los gana porque tomaba la forma de la novia.

De la muerte de Eugenio nunca supieron su mejor amigo y su enamorada.—

Adaptación de Giancarlo Tribiani

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