lunes, 24 de abril de 2017

La Dama de Negro



La Leyenda de La Dama de Negro es una de las pocas leyendas de América Latina que tiene diferentes versiones, es decir, que si difieren una de otra dependiendo el país o la región en que la cuenten. La siguiente versión es la que más se conoce en nuestro país. Esperamos la disfruten.



Corrían los últimos años de la década de 1990, en la ciudad de Guatemala se respiraban nuevos aires y en las calles se hablaba de un mejor país. Alejandro era un estudiante de Psicología con una personalidad que a todos encantaba. Vivía en la avenida del Cementerio, por las mañanas ayudaba a su tío en la venta de flores que tenían y por las tardes asistía a la Universidad.

Una tarde, antes de dirigirse a sus estudios, decidió pasar a la iglesia. Caminó desde su casa con la misma despreocupación de todos los días y sin darse cuenta una muchacha, que caminaba en dirección contraria, lo pasó atropellando. Ella no reparó en Alejandro, pero él no pudo quitar la mirada de tan bella joven; quien iba vestida toda negro, la siguió hasta que escuchó a lo lejos las campanadas de la iglesia que le que le recordaron que iba tarde a clases.

Esa tarde no pudo poner atención y pasó el tiempo pensando en la muchacha. En el cambio de clases contó a Ramón lo que le había sucedido, su amigo que también vivía por el sector, le ofreció indagar acerca de la muchacha; aunque le explicó que con la única referencia de que iba vestida toda de negro no sería fácil dar con la joven.

Pasaron los días y Ramón no pudo averiguar un solo detalle acerca de la joven, hasta pensó que lo que su amigo le había contado era producto de su imaginación. Le ofreció que se juntaran antes de ir rumbo a la Universidad y así comprobar si la muchacha en verdad existía, pero el día en que ambos se dirigieron a clases la Dama de Negro nunca se apareció en el camino de los dos amigos.

Pasó un tiempo y Alejandro perdió la esperanza de volverse a encontrar con ella, se dedicó a sus estudios y a trabajar arduamente con su tío. A mediados del mes de mayo logró conseguir boletos para una obra de teatro que siempre había deseado ver, la noche se presentó y se veía a las personas llegar entusiasmadas a dicha presentación. Durante los dos primeros actos observó en todo momento el desempeño de los actores sobre el escenario, sin proponérselo levantó la vista a uno de los palcos del teatro, fue tan grande su sorpresa al volver a ver a la Dama de Negro que ya no pudo apartar su mirada de ella.

De pronto se percató que el final de la obra había llegado, se levantó y salió lo más pronto que le fue posible con el único afán de poder alcanzar a la Dama de Negro. Acción que para su pesar no logró realizar, se vio obligado a ver como ella desaparecía por las calles de la zona 4 y como sucedió la primera vez pasó mucho tiempo para que la volviera a ver.

Llegó el mes de noviembre y con él la celebración de Día de Muertos, Alejandro y su tío se levantaron más temprano que lo de costumbre para abrir su puesto de flores. Por una de las puertas laterales apareció una mujer vestida totalmente de negro, se dirigió hacia donde él vendía y le pidió la última docena de margaritas que tenía. El joven confundido se las dio. La mujer quiso pagarlas, pero él no aceptó, ella le sonrió y le dijo:

Tome esta cadena y mi dirección, llegue a mi casa el día de San Cristóbal y así podremos vernos con mayor tranquilidad. Al ver la nota notó que también se encontraba escrito el nombre de ella, Guadalupe Solís.

Y como apareció, se perdió entre la multitud que iba a visitar a sus difuntos. 

Llegado el día tan esperado para Alejandro se dirigió a la dirección que se encontraba en aquel papelito que le había entregado aquella mujer vestida de negro. Tomó un bus que lo llevó a la zona 1, al bajarse se dirigió al viejo Barrio Gerona y ubicó la dirección de la casa.

Tocó la puerta y casi de inmediato abrió una mujer de mediana edad, Alejandro preguntó por Guadalupe Solís, pero por su emoción no se percató de como el rostro de la señora palideció. Pasada la impresión la mujer lo invitó a pasar y le pidió que se sentara. La señora se presentó y dijo:

–Mi nombres es Flor, y a quien usted busca es mi hija, pero ella falleció exactamente hoy hace un año. 

Tal fue la sorpresa de Alejandro que faltó poco para que se desmayara de la impresión. Él le explicó las circunstancias en que había conocido a Guadalupe y le mostró la cadena a la señora que ella le había entregado. Le contó que Guadalupe le había pedido que viniera exactamente ese día a buscarla.

Ambos quedaron sin palabras, Alejandro depositó la cadena en las manos de doña Flor y se retiró con la mente en blanco. Al estar a pocas calles de su casa se sintió invadido por una paz y tranquilidad que nunca antes había experimentado.

Adaptación de Giancarlo Tribiani

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