Cabe mencionar que también, aunque no es muy conocida,
existe la versión de un Padre sin cabeza que es narrada en el interior de uno
de los colegios católicos de esta ciudad. En esta ocasión vamos a presentar a
nuestros lectores una adaptación acerca de esta leyenda:
—Fue una mañana de inicios de enero, de aquel año en que
Guatemala sufrió una infinidad de temblores; los que obligaron a sus habitantes
a campar frente a sus casas, era el primer día de clases de un colegio ubicado
en el Barrio del Guarda Viejo. Como siempre las expectativas de los alumnos que
ingresaban a su primer año de primaria eran muchas. Sonó el timbre para que los
estudiantes hicieran fila para ingresar a su salón de clases.
La maestra, de la cual el nombre no recuerdo, nos formó en orden de estatura; lo que si recuerdo es a mi compañero Lenin, quien estaba formado a mi lado. Ya en clase la mañana transcurrió tranquila y sin ningún evento digno de mencionar. Sonó el timbre para el primer recreo y todos tomamos nuestra comida dispuestos a salir a refaccionar e iniciar el incómodo ritual de hacer amigos.
Mi compañero Lenin se me acercó y entablamos una conversación, que para aquellos niños de seis años fue muy amena, no pasó mucho tiempo para que fuéramos abordados por los de sexto año. Recuerdo con mucha claridad a uno de ellos que se llamaba Miguel Eduardo, lo recuerdo porque era amigo de mi primo. Pronto, y como es aún costumbre, empezaron a intimidarnos; aunque su táctica fue contarnos una historia de miedo, la del Padre sin Cabeza que rondaba por los pasillos del colegio.
Nos contaron que en el año de la fundación del colegio llegó a dar clases un Padre que tenía un gusto oculto por los niños menores de 13 años y que utilizando sus recursos religiosos lograba convencer a los padres que los dejaron tomar, los sábados, las clases de catecismos con él. Lo que nadie sabía, en ese entonces, era que el padre secuestraba a los niños y los sacrificaba en nombre de Satanás.
Nos narraron que por más de un año desaparecieron niños de ese colegio y la excusa que daban, tanto los directores del colegio como el Sacerdote, es que seguramente al salir de clases eran secuestrados. Decían que como el Barrio era en su mayoría terrenos baldíos, seguramente al momento de regresar a sus hogares algún extraño los raptaba. Al notar la indiferencia por parte de los administradores del colegio por la vida de los niños, los padres se organizaron y montaron guardia fuera del establecimiento.
Al momento de que los
niños dejaron la catequesis notaron que uno de ellos no salió y como pudieron
entraron. Cual fue la sorpresa de los pobladores al encontrar al Padre en uno
de los salones del sótano con el niño amarrado a un pentagrama y a punto de clavar
una daga en su corazón.
Los padres enfurecidos lo capturaron y lo llevaron al centro del colegio y con una rabia inimaginable lo decapitaron, pero al momento de cortar la cabeza del Padre un demonio surgió de las tinieblas y poseyó el cuerpo del decapitado. Por último los de sexto año nos dijeron que aún por las noches se podía ver caminar al Padre con su cabeza colgando de una de sus mano robando el alma de los que se atreven a enfrentarlo.
El tiempo pasó, y al llegar a sexto año Lenin y yo nos decidimos que hora de perpetuar la historia relatándosela a los de primer año, pero no si antes comprobar su veracidad. Convencimos a nuestros padres que íbamos a pasar la noche en casa del otro. Como pudimos nos escondimos en una de las aulas sin uso del colegio. Llegada la noche tomamos la decisión que íbamos a caminar, por separado, en los corredores del establecimiento y que al momento de encontrar al Padre nos avisaríamos para enfrentarlo juntos.
Alrededor de la media noche escuché un grito de pavor que venía del último piso del colegio, como pude subí para ayudar a mi amigo, al llegar noté que la puerta que llevaba a la azotea estaba abierta y armándome de valor caminé por las gradas que conducían a ese lugar. Me quedé paralizado al ver que mi amigo estaba a punto de ser arrojado del edificio.
Quien estaba por arrojar a Lenin al precipicio era una sombra negra que en su mano izquierda lo sostenía a él y en la derecha una cabeza. Como pude corrí ayudarlo, pero al estar a unos pasos de mi amigo; esa sombra lo soltó, no pude hacer más que ver como mi amigo caía lentamente.
Sin saber cómo o por qué me desmayé y a la mañana siguiente desperté en el campo de fútbol. Volví a ocultarme y esperé a que el colegio abriera, caminé al lugar en que se suponía estaría el cuerpo de mi amigo, pero no lo encontré.
Conté mi historia, pero todos me hicieron creer que mi amigo se había escapado, sin embargo yo sé lo que sucedió esa noche y es una pena que nunca me ha dejado de perseguir.
Adaptación de Giancarlo
Tribiani
Que bonito articulo, cuando yo estaba en el colegio escuche de esta leyenda tal como lo describen aca.
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