En esta
ocasión compartiremos con nuestros lectores una leyenda que nació dentro de un
pasado que muchos tienden a olvidar. Esperamos sea de su agrado la siguiente
lectura.
Cuenta la
leyenda que hace centenares de años vivió en nuestras tierras una tribu
indígena que se estableció en la zona Atlántica de nuestra querida Guatemala. Se
dice que entre los habitantes de este clan había un guerrero, cuya crueldad no
tenía limites, llamado Batsú.
La leyenda
cuenta que un día este guerrero decidió desposar a una de las jovencitas de la
tribu, y eligió a una joven, hermosa como ninguna otra y con una voz tan bella
que igualaba el canto de las aves; su nombre era Jilgue.
Cuando
Jilgue supo de los deseos de Batsú huyó a refugiarse en lo más recóndito de la
selva, el guerrero al enterarse de que la joven había escapado enfureció de tal
forma que envió a sus guerreros a buscarla y regresarla a como diera lugar.
Después de
varios días de buscarla en lo más profundo de la selva los guerreros escucharon
el canto de Jilgue. Lo extrañó era que cada vez que se acercaban al lugar del
que provenía la voz de la joven, Jilgue ya no estaba allí. Esto hizo que Batsú
enfureciera aún más y ordenara quemar la selva. Cuando las llamas empezaron a
levantarse el guerrero le gritó a la joven que si salía podría salvarse.
Se dice que
ella le respondió que la muerte era una mejor opción que ser su esposa. De
pronto Batsú y el resto de la tribu observaron cuando la joven cayó al suelo y como
poco a poco la vida fue abandonando su cuerpo.
Cuentan que
de la nada apareció un pajarillo de color ceniza, con el pico y las patas rotas,
el cual se posó sobre el cuerpo de la difunta joven. Dicen que el ave se
levantó ya sin ninguna de sus partes quebradas, y abandonó el cuerpo de Jilgue
y comenzó a volar y cantar sobre todos los que lo observaban, pero no era el
canto de un ave como el de otras, sino era la voz de la muchacha la que el
pajarillo emitía.
Desde
entonces se dice que el canto de los jilgueros es la voz de Jilgue que vive en
ellos.
Adaptación
de Giancarlo Tribiani
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