La leyenda de la Llorona no solo
es parte de la tradición oral guatemalteca, es también una pieza importante del
folclore latinoamericano. Algunos antecedentes que se tienen de esta leyenda
indican que sus raíces pueden provenir de la mitología Azteca. Si bien las
versiones de cada país poseen distintas variantes los hechos principales son
siempre los mismos.
En el caso de Guatemala la
leyenda proviene de la historia de una mujer llamada María, en algunos casos se
le describe como una mujer de la clase alta y en otros todo lo contrario. En lo
que se coincide es que ambas tuvieron una relación fuera del matrimonio. Como consecuencia
de este amorío ella resultó embarazada y por miedo a las represalias, tanto de
su familia como de la sociedad, tomó la decisión de ahogar al fruto de su
vientre. En algunos casos la leyenda indica que fueron más de dos hijos los que
se concibieron a causa de su amor prohibido.
La leyenda relata que fue
condenada a repetir interminablemente “¡Ay mis hijos!” y a vagar por calles
solitarias. También se dice que frecuenta aquellos lugares donde hay agua, como
ríos, pilas públicas, tanques y fuentes. Algunas personas indican haberla visto
vestida de luto mientras que otros la describen con un atuendo totalmente blanco.
En el caso de la versión guatemalteca se dice que cuando los gritos de la
Llorona se escuchan cerca en realidad ella se encuentra lejos y viceversa.
Se dice que únicamente se le
presenta a los hombres solitarios ya que no ataca a las mujeres. Los relatos
indican que las formas en las que se puede salvar aquel que es atacado por la
Llorona son si este usa la ropa interior al revés o si una mujer le toma de la
mano y huir antes de escuchar antes del tercer grito. Otras versiones incluyen
algunos otros datos acerca de cómo se gana a sus víctimas.
A continuación podrás disfrutar
de una de las versiones de este mítico personaje de las leyendas de Guatemala.
Su nombre era María de los
Ángeles, ella vivía en una casa enorme, con más de veinte habitaciones, un
patio con una fuente al medio, ubicada en barrio del Guarda Viejo.
Ella fue obligada a contraer matrimonio con don Antonio Medina, un
poderoso hombre, dueño de una infinidad de propiedades tanto en la capital como
en el interior. Doña María nunca pudo oponer resistencia a este matrimonio ya
que las represalias por parte de su padre serían inimaginables, así que tuvo
que aceptar sin replicar.
Luego de la boda se trasladó a la casa que le brindó don Antonio, pero
como el pasaba la mayor parte del tiempo fuera de su hogar ella vivía sola,
entre recuerdos, flores y cuartos vacíos.
José Ignacio era un joven fontanero, muy atractivo, que vivía a la
vuelta de la casa de doña María y el cual todos los días espera con gran
ilusión el poder verla pasar a misa. Y claro ella se dio cuenta de la forma en
que él la veía y eso la halagaba.
Y como sucede en la vida las casualidades siempre llegan, un día la
casa de doña María amaneció sin agua y rápidamente pidió que le llamaran al
fontanero. El joven no pudo ocultar su emoción ya que se encontraba frente a la
mujer que amaba. El trabajo era sencillo, pero para pasar más tiempo con ella
José Ignacio fingió que le tomaría más tiempo del necesario. Luego de dos días
de trabajo y concluidas labores, ella le agradeció invitándolo a beber una taza
de café, siendo ese el inicio de un romance más que inocente.
Luego de unas semanas de encuentros furtivos María de los Ángeles se
levantó sintiendo náuseas y mareos, afligida corrió a ver al doctor de la
familia, quien le confirmó que estaba embarazada. La aflicción la invadió y tan
pronto como pudo le contó a su joven enamorado. No tenían idea de cómo
enfrentar dicha situación y para añadir más presión a sus problemas se
enteraron que don Antonio estaba por regresar a la capital.
Toda esa precisión solo ayudó a que el parto fuera prematuro y con
ayuda de una comadrona doña María de los Ángeles dio a luz a un niño al que
llamó Carlos Emmanuel. Rápidamente los rumores empezaron a crecer y el miedo de
que su esposo se enterara hizo que ella se ocultara de todos. Ya al borde de la
locura tomó la peor decisión de su vida,
agarró a su hijo y atravesó la ciudad en busca del río de las vacas, llegó a la
orilla y sin pensarlo lo ahogó.
La desconsolada mujer luego de haber asesinado a su hijo empezó a dar
de gritos con una voz espeluznante repitiendo incansablemente ¡¡¡¡¡Ay mis
hijos!!!!!
Por: Giancarlo Tribiani
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