lunes, 29 de mayo de 2017

El diablo que vive bajo el puente de Palín



Como ya hemos visto el personaje del diablo también es parte de la tradición oral de nuestro país, sólo que en esta ocasión nuestra leyenda presenta a un diablo más pícaro que malvado. Esta historia nació hace mucho tiempo cuando aún se construían las carreteras y puentes que unificaron la mayor parte de nuestra nación. Esperamos que nuestra versión, la que tratamos de actualizar, sea de su gusto. 


Fue a principios del nuevo milenio, luego de que una de las peores tormentas que haya visto nuestro país nos impactara. En los trabajos de reconstrucción se vio involucrado Samuel, un ingeniero civil que trabaja para Caminos, la entidad encargada de la restauración de carreteras y puentes. Posiblemente todos los hechos que se relatan a continuación sucedieron a principios del mes de enero o tal vez febrero del año 2000. El dato es inexacto ya que los que cuentan la leyenda no logran ubicarla correctamente. 

Dice la leyenda que Samuel y su equipo de trabajo se dirigieron al municipio de Palín, el cual pertenece al departamento de Escuintla, a reparar uno de los puentes que fue dañado por la tormenta que azotó al país unos años antes.

Al llegar Samuel, su personal y la maquinaria que se utilizaría para el trabajo fueron recibidos de una forma bastante antipática por los pobladores del lugar. Curioso Samuel interrogó a uno de los encargados de la comunidad de nombre Rodolfo.

-Disculpa Rodolfo ¿a qué se debe la actitud de los pobladores? si nosotros solo queremos ayudarlos.

A lo que Rodolfo respondió:

-Don Samuel, lo que sucede es que el puente que ustedes van a reparar tiene la fama que es habitado por el diablo y por ello prefieren que se quede como está.

Samuel sonrió de forma sarcástica y no puso más reparo en aquel comentario, luego ordenó que se guardara el equipo de trabajo y que su personal descansara porque al otro día debían levantarse temprano para iniciar con sus tareas de reconstrucción.

La jornada inició sin ningún contratiempo y avanzaron de forma regular en su trabajo, llegada la hora de ir a descansar todos, incluyendo a Samuel, se dirigieron a sus aposentos. La noche transcurrió  sin novedad, el descanso fue placentero, pero llegó la hora de iniciar una vez más con la faena. Y cuál sería la sorpresa de todos al encontrar las llantas de los tractores pinchadas, parecía que un animal las había mordido, de igual manera los dientes de las palas mecánicas estaban doblados o cortadas a la mitad.

Nadie supo explicar lo sucedido y tomaron la decisión de montar guardias en la noche, a pesar de esto los hechos siguieron aconteciendo durante un par de semanas más. Samuel cansado de esta situación volvió hablar con Rodolfo, quien nuevamente le dijo que era el diablo quien actuaba de esta forma ya que le gustaba burlarse de los trabajadores y capataces que trabajaban en las obras. Que lo mejor era que se retiraran y dejaran el puente como estaba.

Samuel poco convencido por las palabras de Rodolfo decidió que iba a terminar el puente a como dé lugar, le tomó el doble del tiempo planificado, pero lo logró. En la madrugada del último día de trabajo a lo lejos escuchó una voz que en tono de burla le decía:

-Si bien has terminado el puente, yo logré que con mis bromas te tomara más tiempo de lo debido, además te agradezco por el nuevo hogar que me has brindado.

Luego de esto Samuel se retiró de su trabajo por miedo a que el diablo le volviera a jugar la misma broma cada vez que él reparara un puente.

Adaptación de Giancarlo Tribiani

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