De maneras sorprendentes, necesité extrañarte, verte y tocarte esta vez
con mis palabras, con todo aquello que soñé despierto, con esos papeles
arrugados llenos de cuentos e historias de la estancia ocasional entre mis
manos sobre tu alma y mi alma enredada a tu piel.
Necesité quererte y al hacerlo me rompí en mil pedazos, agonizando de la manera más escalofriante, quemándome a bajas temperaturas, aislado sin dudarlo en la cueva de tu corazón.
Necesitaba lo contrario a lo que debía hacer, hasta aquí sigo pensando que me equivoqué, pero dando un par de pasos atrás, veo la distancia más cercana, el tiempo más aprisa y las heridas nada más arriba de los vellos que rodean mi piel.
Esperé sin dar marcha atrás, necesitando solo tú respiración, dando de mí hasta el más último pensamiento, queriendo conquistar un glaciar con la llama de un decrépito candil.
José Luis Hernández
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