Este día nos complace publicar una vez más los textos de Rodrigo Villalobos. Rodrigo es un escritor, editor, periodista cultural, investigador archivista y tallerista. Nació en Ciudad de Guatemala en 1992.
En el 2011 creó su blog Tulipanes de plástico, donde expone poemas, ensayos y cuentos de su autoría. Formó parte de la antología de poetas contemporáneos Frente Al Silencio -Poesía- (2014). Ha publicado los libros Poemas de un disquete (2017); y Tulipanes de plástico (2018). Fue cofundador y codirector editorial de la revista cultural y literaria La Fábri/k/ del 2018 al 2020.
La hora en que llegaste
Viniste para quedarte,
cambiando la música de mi radio
por una más tropical.
Por ti aprendí a juzgar la hora
solo por las manecillas del reloj;
le robaste tanto faroles a las noches,
como cafés a las mañanas.
Viniste para quedarte,
jugando a ser alfil
sin antes haber sido peón.
Ya se me olvidó
cómo contar los números de un almanaque,
cómo las frases se deben pronunciar,
(como tildar yseparar),
el color y los nombres que soñé
(para hijos/cosas que nunca tuve con alguien más),
incluso, no recuerdo si nos pusimos reglas antes.
Viniste para quedarte,
coqueteando sin quitarme la mirada
y derramándote entre mis manos.
Pronto, dejé de medir distancias y tiempo,
siempre parecías dejar de huir
y había de mí que te acompañaba sin mi consentimiento…
Quizás eran las estaciones todas iguales,
quizás eras tú quedándote conmigo.
Viniste para quedarte,
como la librera que improvisé en mi alcoba
(perpetua e inamovible),
con muchas palabras traducidas/intermediarias,
pero tan callada al final,
que siempre sí
Con mi guitarra
Con mi guitarreo (eo, eo)
soy un bardo,
lobo que aúlla melódicamente,
coyote de loma sin nombre,
trovador medieval con tenis Nike,
y hago loas con cerveza.
He vencido (ido)
a otros lamentos con los míos,
lamentos heridos
del corazón de'ste bonito
y curvo cajón.
Canto porque no bailo
y no bailo porque bebo,
y los charangos (charangueos)
me salen todos naturales.
La garganta que me dota
no es de vikingo
ni de Homero
ni de mariscal de campo
por eso cubro mi carencia
con seis cuerdas lloronas
y unos tragos al momento
y sin hielo (eo, eo).
Yo troto mi guitarra
y mi guitarra triste
trota al paso
que le impone una canción
que sola se desviste.
Yo no sé si fuera (ea, ea)
su madera
siempre nueva (ea, ea)
sonaría tan bien acaso
como lo hace hoy (paso, paso).
Al tango encanto
de altibajos
he ganado más monedas
con mis lagrimeos de cuerda sonoro
que si fuera esto un fusil
de pólvora y cañón.
¿Será entonces
que las guitarras todas (odas)
tienen voz
para enjaular malos amores
y la humildad para liberar
al más inquieto aprieto
de unas manos mudas
de dolor y de pasión, corazón?
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